Sensibilidad sensorial es clave para entender la conducta
La interacción y modulación de los sentidos pueden hacer a un niño irritable e hiperactivo o bien, de respuesta lenta y poco empático.
La Teoría de Integración Sensorial, expuesta en 1979 por la terapeuta estadounidense Jean Ayres, se define como un proceso neurobiológico que organiza la sensación del propio cuerpo y del ambiente, percibida a través de los sentidos, y hace posible manejarnos adecuadamente en él. Hay veces en las que una persona puede mostrarse más o menos sensible a determinados estímulos, repercutiendo en su comportamiento que puede llegar a ser “exagerado” o bien, muy pasivo.
La terapeuta ocupacional argentina y seguidora de esta corriente, María Sol Meotto, quien ofreció un taller para padres y profesionales en el Cep de Almería invitada por el COI ( Centro de orientación Integral) , destacó la importancia de considerar estos perfiles sensoriales en los niños con autismo y Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD) a la hora de abordar estrategias de tratamiento.
La experta explicó que, además de los mecanismos sensoriales identificados: olfato, vista, oído, gusto y tacto, existen los sentidos centrados en el cuerpo. Estos son los sistemas táctil, vestibular y propioceptivo, responsables de entregar información sobre el cuerpo y sus límites, donde termina el “yo” y comienza el mundo. Permiten sentirnos seguros de nuestro ser en el espacio e influyen en la interpretación de la información visual y auditiva.
De más a menos
La modulación y desempeño de estos sistemas proporcionan un nivel de alerta apropiado necesario para atender, comportarse y aprender. Sin embargo, cuando existe un desorden en esta graduación se presenta una dificultad en la capacidad para percibir el mundo físico y para regular el grado, intensidad y naturaleza de la respuesta a un determinado estímulo sensorial.
Es decir, se puede responder de una manera “exagerada” (hiperresponsividad sensorial) o pasiva (hiporresponsividad sensorial). En el caso del primero, un niño puede reaccionar de forma emocionalmente negativa y sentirse inseguro ante determinados ruidos, colores, olores y tactos. El segundo por el contrario, busca estímulos que podrían percibirse como incómodos o dolorosos para la mayoría de los pequeños (empujar, apretar fuerte los objetos y personas, etc.).
A juicio de Meotto, es necesario que tanto padres como profesores y profesionales que trabajan con niños aprendan a observar e identificar las respuestas que cada niño ofrece ante determinados estímulos, ya que de ello dependerá la forma de enseñanza y las herramientas a utilizar, para garantizar que el proceso sea efectivo.
A partir de hoy comenzaremos a mirar y observar a nuestros alumnos con una lente diferente e intentaremos captar la respuesta que presentan ante diversos estímulos sensoriales y como poder establecer estrategias de intervención.
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